Un Pla muy joven nos dice que no sabe qué quiere hacer en la vida. Eterna pregunta
de los jóvenes y los no tan jóvenes. Más tarde lo descubriría. Su obra lo
atestigua. Dedicó su vida a escribir.
Cualquier frase de Josep Pla es un
regalo. He extraído ésta al azar de la obra más famosa del autor y, debo
reconocer, la única que he leído. La adjetivación fue su gran preocupación.
Encontrar el adjetivo preciso, adecuado. Creando siempre esas descripciones concisas
que pueblan su obra, retratos perfectos de las tierras en las que vivió y que
visitó, de las personas que conoció y sus vivencias personales. Escribió
sublimes descripciones como esta: “Ha fet
un dia clar i una tarda dolça que he vist morir darrera els vidres. Crepuscle
de nuvolades fosques, sobre el blanc oxidat de la volta del cel, amb una mica
de rosa i regalims morats a ponent.”
He visitado la Fundació Josep Pla en
Palafrugell. Una breve pero completa aproximación al escritor a través de la
exposición permanente y los audiovisuales. Escribió mucho y bien. Le tocó vivir
una época difícil. Durante los primeros años de la dictadura escribió en catalán
y sus obras eran traducidas al castellano para ser publicadas. A principios de
los sesenta la editorial Selecta publica sus obras completas en catalán. Hasta
pocos años antes de morir trabajó como periodista, colaborando en el “Diario de
Barcelona” y la revista “Destino”. Las colaboraciones con esta última publicación
le permitieron viajar por todo el mundo. En vida no siempre obtuvo el
reconocimiento merecido por parte de la crítica y los círculos literarios
catalanes, debido a sus adscripciones políticas. Pla murió el 23 de abril de
1981. Había publicado treinta y ocho tomos de su obra completa, más de treinta
mil páginas.
Me fascina el amor que profesó Josep Pla
a su tierra, “l’Empordà”, a sus gentes, a su lengua. Su obra es el tributo y
reflejo de esa pasión.
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