Es uno de los octubres
más fríos de los últimos años. No sé si estamos ante el preludio de un terrible
invierno, frío y hostil, o simplemente ante un signo más de este cambiante e
imprevisible tiempo. Surco las calles rápidamente, pedaleo incesante. El frío
azota mis manos, mi cara y me sube por los bajos del pantalón. Ya me he
enfundado en mi abrigo de paño y he rodeado mi cuello con la cálida lana de mi
bufanda, parece que se ha anticipado el crudo invierno. Algunos me miran como
si fuese una exagerada. No lo creo, no veo a nadie ya con sandalias. Más tarde
llegará el mediodía y con él, el cálido abrazo del sol de otoño. Es agradable
esta época del año. La ambivalencia de mañanas heladas y el vermout del domingo
al mediodía, con gafas de sol y las mejillas sonrojadas. Un fútil combate entre
la resistencia del calor y la amenaza acechante de las bajas temperaturas.
Parece que este año sí
apetecerán las castañas. No como otras castañadas en las que degustábamos
« panellets » y boniatos en manga corta. ¿ Paradojas del cambio
climático o el cíclico devenir de
las estaciones y los años ?
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