domingo, 13 de junio de 2010

Cibercarnaval


Las nuevas tecnologías han alterado sustancialmente la  articulación de nuestras relaciones con el mundo. La red se convierte en una plaza cibernética en la que podemos acceder a todos los contenidos imaginables. La gran biblioteca del mundo nos espera en nuestro ordenador, a nuestro alcance simplemente tecleando unas palabras en el menú del magnate Google. ¿Deseas organizar tus próximas vacaciones? ¿Quieres  saber en qué cine proyectan tu película favorita? ¿Quieres cocinar una quiche? ¿Deseas solucionar el problema de tu disco duro? ¿Buscas un fontanero? ¿No conoces las influencias de la generación del 27? ¿Sabes el tiempo que hace en Abu Dabhi? ¿Aprender punto de cruz? BÚSCALO EN INTERNET. Dudo que haya una pregunta sin respuesta en la red, otra cuestión, es que la respuesta sea veraz o complaciente. Obviamente, accederás paralelamente a la información deseada y a un aluvión de publicidad sobre la materia en la que estés interesado: los contenidos tienen un precio.

Toda opinión o pensamiento, por controvertida que sea, puede ser vertida en ese foro virtual. Acciones de dudosa moralidad, delictivas, se exhiben, se airean parapetadas de la censura y del control policial, en algunos casos. Internet es  un mundo paralelo, en ese espacio el anonimato nos protege y algunos, amparándose en él, adoptan sin pudor actitudes que no reconocerían ante amigos o familiares.  Nunca fuimos tan libres, aunque se trata de una libertad constreñida, ficticia. Disfrutamos de esa libertad propiciada por las telecomunicaciones pero cuyos límites son los ángulos del monitor. Más allá de éstos, seguimos encorsetados por las mismas convenciones y leyes de siempre, menos mal. De ahí que algunos prefieran refugiarse en esa “realidad” creada por píxeles y tubos catódicos a asumir su rutina anodina y gris, en la que deben acatar sumisamente las órdenes del jefe y compartir lecho con una pareja a la que no desean. Según dicen, los portales sociales, nunca los he visitado aunque no tendría ningún problema en reconocerlo – aquí también soy una voz anónima-, están plagados de hombres y mujeres casados o con compromiso en busca de un devaneo, en muchas ocasiones, mienten y no revelan su verdadero estado civil. En la red puedes adoptar una vida nueva y vender la imagen que desees, la fugacidad y superficialidad de estos contactos impiden la revelación de la verdad. Internet es como un gran carnaval permanente para algunos, el gran aforo de la mentira y la distorsión. Quizás yo sea la primera que esté mintiendo a través de estas líneas, quién sabe. Mientras buceamos en la red, buscamos nuestro reflejo en los espejos deformes de la calle del Gato,  aunque Max Estrella nos advirtiese  que “las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas”.