miércoles, 4 de agosto de 2010

Primer miércoles de agosto


Habíamos comprado las entradas para el recital hace unas semanas. La anticipación era merecida: José Mª Sanz “Loquillo”, Gabriel Sopeña y Luis Alberto de Cuenca se encontraban en el Caixa Forum para hablar sobre poesía y música. Este encuentro no es fortuito, un proyecto en común les une. El Loco ha seleccionado unos poemas de Luis Alberto de Cuenca y Gabriel Sopeña los ha musicado. El disco verá la luz a principios del año que viene.  Finalmente, Loquillo no ha podido asistir por un problema de agenda. Una agenda mal orquestada ya que tenía un concierto en La Coruña. A pesar del contratiempo, el auditorio se ha visto eclipsado por la complicidad de Gabriel Sopeña y Luis Alberto de Cuenca. Han conversado tranquilamente sobre poesía, sobre su trayectoria artística y sobre las peripecias vitales que motivaron su encuentro con el Loco. Se han profesado su admiración mutua e incluso se han permitido algunas licencias como disertar sobre epopeyas de la antigua Mesopotamia. Gabriel Sopeña ha interpretado canciones propias, las versiones de algunos poemas incluidos en este próximo disco  e incluso nos ha deleitado con una canción en catalán. Naturalidad y frescura, una delicia. 


Me ha fascinado la figura de Luis Alberto de Cuenca, culto, sencillo y con un gran sentido del humor. Son malos tiempos para la poesía, por eso ha aprovechado para promocionar su último poemario, El reino de blanco,  y nos ha leído unas seguidillas incluidas en el mismo, muy divertidas. Me imagino que esto último será el contenido más ligero que incluya el libro. Sin embargo, ha sembrado la curiosidad para explorar su obra, hoy ya hemos empezado. A continuación recojo uno de los poemas interpretados esta noche, se titula "Cuando vivías en la Castellana":


Cuando vivías en la Castellana
usabas un perfume tan amargo
que mis manos sufrían al rozarte
y se me ahogaban de melancolía.
Si íbamos a cenar, o si las gordas
daban alguna fiesta, tu perfume
lo echaba a perder todo. No sé dónde
compraste aquel extracto de tragedia,
aquel ácido aroma de martirio.
Lo que sé es que lo huelo todavía
cuando paseo por la Castellana
muerto de amor, junto al antiguo hipódromo,
y me sigue matando su veneno.

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